Prácticamente desde la fundación del convento (1690) se tiene constancia de la llegada de esta preciosa talla del Stmo. Ecce Homo que una monja recoge y escribe de la tradición oral en el año 1933 junto a otros avatares del monasterio. Se cuenta que estando de abadesa la madre Apolonia de San Juan (1690-1705), a la sazón una de las siete monjas venidas a fundar desde Miedes, llamaron a la puerta del convento y apareció un hombre que traía para venderles una preciosa y devota imagen del Ecce Homo. Las monjas quedaron cautivadas con la belleza de la talla pero ante lo imposible de reunir la suma pedida, dejaron marchar con gran dolor de su corazón a este buen hombre y a su preciosa mercancía. Volvieron las monjas a su cotidiano menester y cuando ya pensaban que el buen hombre estaría en otro pueblo, volvió a llamarles a la puerta para dejar la artística talla, por lo que quisieran darle, pues entendía como señal divina que esta casa era la elegida, ya que por más que lo intentaba, el burro que portaba la preciada carga daba vueltas y más vueltas, y no había forma humana de sacarlo de la plazuela.
Ni que decir tiene que ese día hubo fiesta grande en el convento. La imagen es sin dudarlo la pieza más sobresaliente de la imaginería local, pero su valor es aun mayor por todo lo que ha significado para las Concepcionistas, la devoción que se le tiene en la localidad y que ha dado lugar al nacimiento de su cofradía. Poco tiempo después del acontecimiento, estando el capellán de las monjas retirado en sus aposentos, se le presentó un señor que en esta ocasión no venía a pedir, venía a dar, y le hizo entrega al buen sacerdote de una fuerte cantidad de dinero para la construcción de un altar al Stmo. Ecce Homo en la capilla del convento. Tras salir el capellán de su aturdimiento, cuando quiso identificar al generoso donante, éste había desaparecido.